sábado, 1 de junio de 2013

Ese instante


Fotografía de corzo en zona de arboleda.
corzo


Tras bajar la pendiente de hormigón, esa mala costumbre de urbanizar la naturaleza, me detengo e intento coger aliento. Le he quitado cinco quilos a la báscula en veinte días , hace tres meses que no tomo un ansiolítico, mi consumo de café es moderado, el de alcohol​,​ al limitar mi vida social es mínimo y estoy a dos kilómetros de mi casa metido en una zona boscosa​ en la que ​ digamos que no estaría allí si mi agorafobia se hubiese manifestado como​ hace ​ tantas ​ y tantas ​veces justo antes de cruzar el umbral de la puerta para salir de casa. S​í​, es​te tramo es​ cuesta abajo, pero cualquiera que haya caminado y hecho montañismo sabe que a partir de cierta edad el bajar se paga en las rodillas, el temor a escuchar un chasquido, ​a​ resbalar o el pinchazo cuando la bajada se hace larga y pronunciada están ahí, de manera que resoplar y llegar a un llano para aliviar el esfuerzo es una recompensa. Dejo la riñonera a un lado, siempre​ cargada​ con cosas por si son necesarias, ¿poco espíritu de aventura?​, n​o,​no, ​ yo que siempre he necesitado de cierta prudencia para luego no auto inculparme por los fracasos. Estoy sudando, pese a esta primavera que es casi invierno la caminata ​,​a paso normal pero llena de desniveles , me ha hecho sudar,así que limpio el sudor de mi frente, y pestañeo varias veces para evitar que entre en los ojos. Ya reposado estiro la espalda , me giro a mi izquierda y en un lado del camino, sobre un promontorio , a unos tres metros veo unos ojos, me fijo y veo ​la​ figura de un corzo adulto,​hembra, ​ de pelaje marrón y  cuello esbelto que me contempla. Me giro y me situó frente a ​ella​, despacio, solo quiero verla​ mejor, saber si es ​real​, sí, lo es. En esa pequeña zona boscosa, con casas a menos de 300 metros, a mitad del recorrido de un arroyo  entre los caducifolios  me contempla quizá con el mismo estupor que yo a ​ella​.​ ​ Es un instante, sé que llevo el móvil con la cámara, pero ni me lo planteo, no se trata de la imagen, se trata del encuentro, de como hemos llegado cada uno hasta allí,  de como aunque sudado , en una zona poco transitada y quizá no recomendada para volver a enfrentarse a caminar estoy allí parado, sin más miedo ni preocupación que​ el de no asustar al animal que me observa, no hay otra preocupación, atrás un invierno lleno de pruebas con ansiolíticos, con la comida, de mañanas de acompañante al hospital​a oncología​ mientras dudaba si pedir que también me ingresasen a mí, ​agotado. ​Atrás meses de trabajo al teclado para intentar levantar un proyecto de ayuda,​​ mientras negocias con el banco una deuda misera, pero deuda y cada día con dolor y con el SII activo es un día perdido, es como un castigo, como una condena, y cada vez que ​vas ​ cruzar la puerta​ tienes  la estúpida sensación de que ​ todo el mundo se alía para conspirar contra ti  y vas perdiendo cosas por el camino y fuerzas y a veces personas​, siempre vas perdiendo. ​ Atrás un invierno duro, en los que muchas veces solo el dormir y el abotargar los sentidos son las formas de afrontar una crisis de SII larga, muy larga que se presenta cuando menos la necesitas y crees que te va a arruinar la vida, y ni siquiera haces el intento de superarla porque no es la primera y sabes que no será la última y que pese a la palabrería auto sanadora que llena la red, las estanterías y las bocas de quien nada padece salvo a si mismo, pese a lo que algunos consideran ayuda, tú y solo tú sabes si tienes miedo, si estás agotado de luchar, si merece la pena una vez hecho balance de lo que tienes ( nada) y de lo que has perdido (mucho)​. ​Atrás​ queda ​ el no saber salir de un círculo que junta ansiedad, dolor, placer y química, mucha química y mucha lectura técnica, y muchos enfados, y ver como cada cual construye su zona segura afirmando que no hay problema y que no hay que preocuparse pero cuando les miras a su alrededor solo ves corazas, como la que tú llevas, pero si acaso más fuertes, porque cuando te ven su miedo se hace más grande, nadie quiere estar enfermo, nadie quiere estar limitado, nadie quiere sufrir, pero a nada que mires verás que es inevitable, pese a lo que te digan, las fotos sonrientes, las redes sociales y los anuncios publicitarios a nada que mires y a poco que entiendas sabes que volverá el dolor, volverá el ansia, volverás a estar enfermo un día, dos o un mes, pero ahora estás ahí, en silencio, frente a un animal que está atrapado en nuestro mundo de carreteras,cercas, alambres​,​ basura en los bosques y escopetas. Solo un instante  que se me hace eterno y me recuerda que somos mortales, que todo pasa, que nada es eterno, que si miro hacia atrás he superado un año muy duro, cruel en ocasiones y que quizá todo ha sido para llegar hasta ese recoveco y ver a ese magnífico ejemplar que muestra que la vida es tan compleja, tan diversa y tan frágil que no protegerla, no protegerse y no proteger a los demás es un crimen contra las leyes de la propia existencia. Atrás un invierno duro, cruel que sabes que se repetirá, pero que sabes que es parte de la vida por mucho que la quieran embellecer, maquillar, por mucho que quieras fingir. Atrás y sin embargo cuando pasado ese instante, casi de comunión, el corzo se gira y se va en dos saltos, me quedo quieto y siento que estoy vivo​ y ​ ​he vuelto ​ hasta  este punto, al bosque y a mi interior

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